jueves, 14 de agosto de 2008

El Dia que Namber Ganó en Over time



El día que Namber ganó en Over Time
Un gol para recordar

Siempre hay recuerdos imborrables en el fútbol, y sobre todo, goles que quedan para siempre en la memoria….
El partido había concluido y era uno más. El resultado: Namber 1 – Manosantas 0.
Cancha 4 del campo de deportes de la Uba había sido testigo de un partido del montón, uno de aquellos en los que el lunes mismo cuesta recordar.
Nos retirábamos en silencio hacia los vestuarios, con la tarea cumplida, pero nada más, porque si bien no había sobrado nada, tampoco el rival merecía más de lo que se había llevado. Pero, a mitad de camino hacia el acceso al vestuario, el árbitro hizo sonar el silbato y se convirtió, sin saberlo, en parte fundamental de nuestra historia.




"Para que corno jugué 5 más??" El arbitro se las ve negras cuando cae el empate


Si ya volver a la cancha con el bolso al hombro resultaba extraño, más extraña resultó la causa de aquel regreso.
--Señores, me equivoqué y terminé el partido 5 minutos antes.
Cómo??? Era ilógico!!! ¿Volver para jugar 5 minutos? ¡Si ni siquiera el equipo rival había advertido lo reducido del tiempo!
Luego viene el intercambio mental. Comenzamos a pensar por el árbitro. “Si ya había terminado” “Ni siquiera los rivales reclamaron” “Mejor dejar todo como está” “Puedo irme a casa un rato antes”

A todas esas conclusiones le siguió una resignación optimista.
--Bueno, dale, si igual son 5 minutos.
Uno cree que esos 5 minutos no significan nada y que sólo en las películas, en ese tiempo agregado, sucede algo insólito.

Y el encuentro se reinició y la concentración no fue la misma, y cuando se cumplía el último minuto de los 5, nos pegaron un cachetazo en el orgullo.
Corner en contra, despeje fuera del área, donde la tomó un rival y con un tiro cruzado al pequeño rincón de las ánimas, se transformó en el secuaz más importante de nuestro real archienemigo: el árbitro.

Si nosotros no imaginábamos que esos 5 minutos fueran significativos, el árbitro deseaba que no lo fueran. Y cuando lo rodeamos recriminándole su corrección tardía de tiempo de juego, su cara delató su verdadero sentimiento. Estaba blanco como un papel, y sus ojos salían desorbitados fuera de su cara.
No lo podía creer él tampoco.
Fue un golpe durísimo, cuando parecía que la mañana había sido productiva. Daba la sensación de haber cobrado el sueldo y al llegar a casa darse cuenta que el bolsillo estaba agujereado y que lo que allí habíamos guardado ahora no estaba.

Y al ir al círculo central para sacar del mediocampo, llegó la frase que lo cambió todo: “Picá que te la tiro larga” me dijo un jugador, quizá por su posición en la cancha el menos esperado. Y deseó ser héroe, aunque comúnmente esos arranques terminen en el pecho de un defensor, un rechazo, o el balón simplemente no llegue a destino.
Y se transformó en héroe, porque la pelota enviada por su pie, superó al líbero rival, aunque aún la posición la tenía ese último hombre, pero igualmente piqué con mi alma, más que con mi cuerpo, y esperé un milagro. Y, salvando las distancias, se transformó en Diego contra Nigeria, y, salvando las distancias, acepté jugar del Cani por un rato.

El defensor dudó ante la salida del arquero, y tuve una pequeña esperanza, y cuando pensé que ganaba en el pique el defensor me anticipó, mitad dándosela al arquero y mitad intentando que si no era de él al menos no fuera mía. Y cabeceó como pudo, anticipándome por milímetros, pero no salió hacia donde estaba el arquero, que quedó en el camino, sino hacia cualquier otro lado, en dirección hacia el arco y yo, que ya le había robado una distancia de varios metros y me quedé por milímetros fuera de la primera jugada, tuve la segunda chance que necesitaba. Y no la desaproveché. Y seguí corriendo, y cabeceé la pelota, y ví como ingresaba al arco y seguí corriendo hacia el corner y seguí corriendo hacia mitad de cancha y había muchísima gente saltando dentro del campo, jugadores y no tan jugadores, parientes, novias, esposas. El abrazo me recordó a aquel famoso de Colombia vs Alemania en el Mundial 90, gol de Rincón, minuto 92 que clasificó al equipo cafetero. Y la alegría siguió después de terminado el partido, camino al vestuario, en el vestuario mismo, y en la semana. Y al réferi le volvió el color a la cara y los ojos volvieron a su tamaño natural y se transformó, por esa jugada fortuita, no en archienemigo, sino ahora en aliado de la alegría.

Si bien ese gol no sirvió para ningún fin específico, ya que no logramos campeonar, ni nada por el estilo, sí se transformó en uno de los goles más festejados, según mi memoria, de la historia de Namber.

El festejo de Namberwan (???¿¿¿) continuó en la calle


Y cancha 4 fue por un momento, el estadio Azteca, el San Ciro y el Orange Bowl.
Y el viaje al vestuario, que antes había sido tranquilo, ahora era casi una vuelta olímpica.
Y por un momento no me interesó no salir campeón……

1 comentario:

Anónimo dijo...

NO LA SABIA ESTA HISTORIA SERGITO. LA VERDAD QUE LA LEI COMO SI ESTUVIERA VIVIENDOLA EN ESE MOMENTO.

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